"No saber lo que ha sucedido antes de nosotros es como ser incesantemente niños".

Cicerón (escritor, orador y político romano).

Los esponsales

El 11 de agosto de 1137, la plaza de la Candelera de Barbastro sirvió de escenario para la firma del pacto esponsalicio entre el rey de Aragón, Ramiro II, y el conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV. El acuerdo zanjó la incertidumbre abierta tras la muerte de Alfonso el Batallador, su sorprendente testamento y el nacimiento del único descendiente del rey monje: una niña, la reina Petronila. Con el compromiso matrimonial, que se hizo efectivo en 1151 en Lérida, se dio el primer paso de lo que más adelante sería la Corona de Aragón y de la que el hijo de Petronila y Berenguer, Alfonso II, se convertiría en 1164 en primer monarca.

El testamento de Alfonso el Batallador

En 1134, la muerte del rey Alfonso el Batallador, hijo de Sancho Ramírez y nieto de Ramiro I, abrió un panorama inédito y desconcertante. El guerrero no tuvo descendencia y en su testamento decide contravenir el derecho navarroaragonés y dejar los reinos de aragoneses y pamploneses, a partes iguales, a dos órdenes religiosas, el Hospital de San Juan de Jerusalén y el Santo Sepulcro, y a una orden militar, los Pobres Caballeros de Cristo: los Templarios. Los nobles consideran el testamento irrealizable y solo coinciden en que el reino necesita un rey. En Navarra elegirán a García Ramírez, el Restaurador; en Aragón, su sucesor natural debería ser Ramiro, hermano del fallecido, y obispo de Barbastro- Roda.

Ramiro II, el rey monje

Conocido como el Monje, Ramiro II se vio obligado a asumir su responsabilidad a la muerte de su hermano, ante el desprecio de parte de la nobleza, por su formación monástica. Reinó con mano firme y sofocó varias revueltas, entre ellas la que encarnaron sus propios nobles y diera lugar a la conocida leyenda de la Campana de Huesca. Pero, sobre todo, quiso asegurar la continuidad dinástica. Para ello, en 1135 se casó con la francesa Inés de Poitiers que, un año después, en junio de 1136, alumbraría una hembra, doña Petronila. La solución pasa por comprometerla en matrimonio y entregar como dote el Reino de Aragón. El elegido será Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona. Ramiro II deja el reino y se retira a San Pedro el Viejo en Huesca.

La reina Petronila

El destino de Petronila estaba escrito antes de nacer: una mujer no podía ejercer el poder real, pero sí transmitirlo y eso es lo que se esperaría de ella. Comprometida con Ramón Berenguer con apenas un año, al alcanzar los 14 contrajo matrimonio y a los 16 tuvo a su primer hijo. Dictó entonces un testamento en el que establece que su esposo solo sería rey si no hubiera hijos vivos de ella y, aunque su primogénito falleció, la reina parió a Alfonso, Dulce, Pedro y Sancho. A la muerte de su esposo en 1162, queda como regente a la espera de la mayoría de edad de su hijo; dos años más tarde se retira a Besalú, en Gerona, donde muere en 1173.

16 agosto, 2017